La caída en Australia en el rendimiento estudiantil en matemáticas, lectura y ciencia le costará al país unos 120,000 millones de dólares australianos en los próximos 45 años, según un informe de la Fundación de Educación Pública que se apoyó en una fórmula de la OCDE para evaluar el impacto económico de la debilitada actuación en las evaluaciones PISA.
El rendimiento australiano en las pruebas internacionales ha caído en las dos últimas décadas. En 2015, Australia estaba en el puesto 20 de 72 países en matemáticas, 12 en lectura y 10 en ciencia. El país está por debajo de países como Japón, Canadá o Nueva Zelanda.
“El coste en general de la caída en Australia es enorme”, dijo el director ejecutivo de la fundación, David Hetherington, al remarcar en declaraciones citadas por la cadena local ABC, que se trata de “120,000 millones de dólares en pérdidas futuras del PIB (Producto Interior Bruto)”.
El análisis titulado “¿Cuál es el precio de la brecha?: Educación y desigualdad en Australia”, que se publicó hoy y que vincula por primera vez los resultados de los estudiantes al impacto en la economía, también descubrió una caída desproporcionada entre los estudiantes de más bajo rendimiento, lo que supone otra carga en la ecuación.
“Lo que es aún más preocupante es que estamos dejando que los niños que están por debajo caigan más rápida y profundamente que los que están en la cima y esto, por si solo, representa un efecto de 20,000 millones de dólares”, precisó el ejecutivo.
Sin embargo, una escuela del oeste de Sídney ha cerrado la brecha de desigualdad al emplear a trabajadores especializados en el cuidado de la salud y abordar la educación de sus estudiantes de forma integral.
“Australia no puede darse el lujo de que continúe cayendo su rendimiento educativo. Si no le ponemos freno, todos sufriremos”, acotó Hetherington.
La fundación se apoyó en una fórmula de la OCDE para evaluar el impacto económico del debilitado rendimiento australiano en el Programa para la Evaluación Internacional, conocido como PISA. En la investigación se descubrió que el 10 por ciento de los estudiantes que se encuentran en el nivel del más bajo rendimiento han caído 1,5 veces más que los que se encuentran en el nivel más alto.
“Los niños en el nivel más alto del sistema tienen mejor acceso a la cobertura de los profesores, a los recursos, a las materias de los currículos vinculados a la entrada a los centros de educación terciaria”, enfatizó Hetherington, al subrayar que estos elementos juntos “amplían la desigualdad en el rendimiento”.
“Nadie está en cuarentena frente a esto. Nos toca a todos en el futuro”, alertó.
En medio de esta situación, la ABC puso como ejemplo a la escuela secundaria Ascroft (Ashcroft High School), en el oeste de Sídney, que muestra mejoras notables al neutralizar los lazos entre la desigualdad social y económica y los resultados escolares.
Un 75 por ciento de sus estudiantes se encuentran entre los más pobres del país, pero a pesar de ello, muchos de sus estudiantes han logrado entrar a los centros de educación superior y mejorado en las pruebas de NAPLAN.
Sus logros se deben a la contratación de empleados especializados en salud como enfermeros, terapeutas de lenguaje, psicólogos y especialistas en terapia artística, al aplicar un concepto que esta escuela llama Centrum, que significa en latín centro.
“Una de las primeras preguntas que les hago a las familias cuando matriculan a sus niños en la escuela secundaria es si los niños han ido al pediatra recientemente”, cuenta su director, Ted Noon, al comentar que cuando comenzó el programa Centrum comenzó observando asuntos vinculados a la salud mental, la visión o el oído u otros problemas no diagnosticados dado que muchas familias no tienen acceso a los seguros privados de salud o pueden solventar los gastos de un especialista.
Noon explicó que una vez que los estudiantes reciben el apoyo en todos los aspectos de sus vidas, éstos son capaces de aprender de forma efectiva y desarrollarse mejor.
“En años recientes hemos tenido grupos de niños que han tenido distinciones en ciencias médicas, derecho, educación y otros”, relató emocionado y orgulloso.
Hetherington recomendó que las escuelas adopten programas similares a los de Ashcroft High School.
“Se necesita dar cara a los dos lados de la ecuación y reconocer las privaciones por las que pasan algunos niños y las escuelas necesitan tener los recursos para resolverlos. Por eso se necesitan fondos basados en las necesidades”, puntualizó Hetherington al insistir en la urgencia de cerrar la brecha de desigualdad.
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